LLANERA

SOCIEDAD

Ramón Blanco se muestra muy agradecido con el servicio médico de nefrología por el gran trabajo realizado estos años hasta llegar al trasplante de riñón

Martes 21 de Diciembre del 2021 a las 00:00


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El hostelero llanerense, Ramón Blanco Bueno, ha sido sometido a un trasplante de riñón recientemente tras pasar tres años muy duros con una insuficiencia renal. Blanco nació en un pueblo de Luarca y desde que se casó reside en Lugo de Llanera, pero fue a los 14 años cuando de Luarca viajó a Oviedo, porque su hermano mayor regentaba un negocio en La Argañosa y ahí hizo sus primeros pinitos en la hostelería trabajando con él. El hermano era el dueño del Bar Blanco.

“Mi hermano era una persona superdotada, era muy bueno para los negocios y para tratar con la gente, el problema fue que con 25 años le dio un derrame cerebral y de aquella eso no se trataba como ahora y tras operarle a vida o muerte salió, pero con muchas secuelas, tras operarle el equipo de Sánchez Juan y fue hace más de 50 años. Fue muy complicado”, afirmó.

Con su hermano estuvo tres años como pinche, haciendo todas las labores, después comenzó a trabajar en la Cafetería Tropical en Oviedo, delante del edificio de La Jirafa, que fue una de las cafeterías más importantes de Oviedo, donde hacía de comodín, ya que estaba en la barra y en la cocina indistintamente. De ahí se fue a hacer el servicio militar y estuvo en la Academia de Segovia, como cocinero para los cadetes, “cuando llegué me lo ofrecieron voluntario, había ya dos cocineros civiles y yo estaba para pedir los víveres y ayudarles. Aprendí muchísimo de ellos, además había un servicio de limpieza en el que mujeres se ocupaban de limpiar, planchar y no era una disciplina militar, sino que estábamos como en casa, teníamos repostería y todos los servicios. Comíamos como si fuera de carta todos los días y llegó un momento en que el que yo quería comer comida de la tropa”, recordó entre risas.

Blanco comentó que esto se debía a que los cadetes estaban muy “mimados”, había que llevarles el café a las seis de la mañana todos los días, ya que los cadetes venían de la Academia Militar de Zaragoza y después de unos años en Segovia salían tenientes, con poco más de 20 años. Estuvo 14 meses en Segovia y los fines de semana iba a trabajar a un Restaurante muy famoso llamado La Venta del Ventorro, en San Pedro Alto, pasando la Fuencisla, que todavía sigue funcionando. “Una anécdota es que iban muchos cadetes a comer y cenar el fin de semana y un día el que iba conmigo allí a trabajar estaba arrestado y tuve que ir yo solo a trabajar al restaurante. Comenzaron todos los cadetes a tocar las palmas, porque querían que se les atendiera y el dueño que era muy simpático salió a la puerta y les dijo: “qué hizo buena faena el camarero que os está atendiendo”. Era muy cachondo”, recordó.

Blanco recuerda que los fines de semana que trabajaba allí sacaba 5.000 pesetas y trabajaba mucho, “era mucho dinero en los años 70, estaba encantado y dormía en el bar incluso, tenían una habitación ahí para mí. El dueño murió y la viuda sigue con el negocio, aunque está traspasado. Allí comí el mejor entrecot del mundo, que le llaman entrecot de choto”, comentó.

Cuando regresó del servicio militar su hermano, Luis, el pequeño estaba trabajando en la Cafetería Rialto y le comentó que había un puesto libre y allí estuvo 7 años. En 1981 fue cuando compró el bajo de la actual Cafetería Blanco, que era un bajo que había libre sin nada en su interior, “nunca en mi vida había trabajado tanto, porque el único que tenía café era yo, porque no había agua durante las fiestas de Lugo. Tenía un depósito de agua en previsión y daba café. Las primeras fiestas fueron de morirse, mi hermano que seguía trabajando en Rialto estaba en el bar y vinieron tres o cuatro clientes y llegó un momento que le dije que se hiciera cargo del bar porque no aguantaba más, me tiré dentro del almacén encima de las botellas y me quedé frito no podía más. Empezábamos por la mañana y daban las tres de la madrugada y seguíamos trabajando. Antes había mucha gente, porque tenían dinero y les gustaba salir. Hubo un Desarme que tuve que meter a la gente en el almacén porque ya no había sitio, les dije coger el vino que queráis y arreglaros. El año 2000 fue muy bueno, porque todo el mundo quería gastar las pesetas”, apuntó.

Blanco recordó que en estos 40 años han ido ampliando al comedor, que a los dos meses ya estaba lleno, después otro comedor; siguieron la sidrería y después el gastrobar. “Pero en 2007 llegó la crisis y se llevó todo por delante. En este momento mi hija Diana es la que se encarga de la Cafetería Blanco. Hay clientes que vienen desde hace 40 años, son más amigos que clientes”, comentó.

Agradecimiento

Blanco recordó que hace tres años le detectaron una insuficiencia renal y que aunque hiciera bien las cosas a partir de ese momento ya no había solución, que tendríamos que ir a la peritoneal, y cuando llegara el momento al trasplante. “La peritoneal es la diálisis en mi domicilio. Al principio me pareció muy difícil, pero me enseñó la enfermera Mónica y le dije que era muy complicado, pero ella me dijo que si había gente mayor que yo y lo había aprendido yo también podría y así fue gracias a su paciencia y me interés”, explicó.

Ramón reconoce que ha contado con el mejor equipo médico, tanto las enfermeras como la nefróloga, Carmen, “son personas maravillosas que siempre me hicieron sentir muy bien con ellas. Beatriz, Adela, Reyes, Mónica y el coordinador Miguel, junto con más sanitarios fueron buenísimos conmigo. Fueron casi tres años y entablamos una muy buena relación, me sentía muy bien con ellos. En todo momento me llamaban por teléfono y se preocuparon, estoy muy agradecido al equipo de peritoneal, se portaron de maravilla, la nefróloga posee un capital humano que te da mucha confianza y en ningún momento me puse nervioso”, afirmó.

Fue el día 14 de octubre cuando le llamaron por teléfono y le dijeron que era candidato a un trasplante y que estuviera pendiente si le llamaban para confirmar si era compatible, “y a las 4 de la mañana volvió a sonar el teléfono para que fuera para el HUCA a operarme. Esto era un jueves y el viernes a las 14 horas me bajaron al quirófano y a las 17 horas ya estaba fuera. Todo salió muy bien y cada día estoy un poco mejor. Tenemos que estar muy orgullosos con nuestro hospital y todo el personal que trabaja en él, porque es un lujo para Asturias”, concluyó.